Los marineros del pequeño barco están temerosos ante la poderosa tormenta, los vientos y las olas del mar golpean fuertemente la embarcación y cada momento podría ser el último, aunque ellos tienen Fe en que la tormenta pasará y que todo volverá a la calma.
El soldado que salió de su pequeño pueblo y de pronto fue enviado a la guerra, entre balas, granadas y tanquetas piensa que su última hora podría llegar en cualquier instante, pero él tiene Fe en que al final del día la guerra terminará, llegará a su casa y será abrazado por sus seres queridos.
La persona que es llevada al quirófano para una operación en la cual su propia vida estará comprometida, se despide de sus familiares, llora por un instante, aunque luego se recupera, realiza una oración, se entrega y con plena Fe sabe que despertará de nuevo.
El ciego que camina por la calle con su pequeño bastón, tiene Fe en que encontrará el camino.
El ave perdida que vuela en la noche, lo hace porque su Fe la impulsa a luchar para encontrar de nuevo a la bandada.
El atleta que ha fallado en múltiples ocasiones, se levanta una vez más, practica y se entrena porque su Fe le dice que algún día lo alcanzará.
La Fe nos mueve, nos impulsa, nos fortalece. Hay que creer, entonces, con toda seguridad, los milagros ocurren.