REFLEXIÓN DE AGOSTO

Un día me avisaron que un amigo se encontraba enfermo y con graves problemas, por lo que decidí visitarlo en su casa. Al llegar, efectivamente el hombre se hallaba padeciendo ciertos problemas de salud y su situación económica no podía ser peor. Al iniciar nuestra conversación, él comenzó a relatarme todas sus desdichas y por un momento consideró que la vida había sido injusta  y el infortunio se ensañaba con su familia. Al escuchar todos esos lamentos, como un flash llegaron a mi mente tiempos pasados en los cuales este amigo disfrutaba de viajes por el mundo, paseos por doquier, una salud excepcional y excelente situación económica. Me quedé como en un trance recordando todos esos momentos, en muchos de los cuales había sido partícipe. Entonces, comencé a recordarle todos esos eventos pasados, todo lo que había disfrutado y le dije que simplemente se hallaba en el otro lado del péndulo, lo cual, al igual que su dicha pasada, podía ser algo temporal y pasajero. Cada vez que mi amigo intentaba lamentarse, yo le recordaba algún momento venturoso de su vida. Cuando me despedí le reiteré que tuviera fe y que todo el sufrimiento actual podía ser transitorio, algo aleccionador. Pasaron unos meses y regresé a visitar a mi amigo, lo encontré sano y con una sonrisa en los labios. Me abrazó y me comentó que mis palabras eran ciertas, todo se había arreglado y me dijo que el proceso le había servido mucho para reflexionar, organizar su vida y seguir adelante con una fe más firme y una convicción de que tenía que conseguir aquellos valores permanentes que son los que dan sentido a la vida.  Lamentó haber dudado de sí mismo, agradeció a Dios y a la vida todos los regalos que había recibido. Nuestras existencias tienen altas y bajas, alegrías y penas, bienestar y sufrimiento, no se puede escapar de esta ley dual que rige a todos, por eso, no te preocupes, las angustias presentes puedes estar presagiando un triunfo o una felicidad maravillosos